domingo, 7 de agosto de 2016

La playa.

Cuando me pesa la tristeza en los ojos, recuerdo la sal en tus labios ese primer día en la playa, y se me cicatrizan las heridas.
Siento que a veces te decepcione, con palabras que no puedo cumplir, pero te juro que te invitaría a pasar el resto de tu vida a mi lado aun sin saber si me dirías si o no.
Porque en su día ya aposté por ti, por lo nuestro, y quiero que ganemos juntos al destino, ya que si dos personas que no se buscaban acabaron paseando juntos por la playa, hay motivos por lo que seguir sonriendo.
Ahora me recortas en las fotos, y lo veo normal, porque una sonrisa tan bonita como la tuya debe ser la protagonista a la que nadie debe eclipsar.
Y soy feliz cuando sonríes, aunque yo no sea el motivo.
Yo no se como arreglar algo si soy yo la que está rota.
Ojalá revivir los días en Conil en los que me escapaba después de los bailes, para dormir contigo y soñar juntos.
La playa después se llenaba de bailes con las olas, tú y yo latiamos al mismo compás, y el mar me inundaba el vientre de un orgasmo.
Eso era magia. Volar abrazada a tu cuerpo, flotar en la sal del sur, mirarte y ver en tus ojos reflejada la luz del atardecer. Perderme en tus pestañas mojadas, y olvidarme del camino de vuelta a casa.
Yo entonces era tan feliz que ni siquiera sabía que lo era.
" Fue bonito. Quererte. Sentir aquel volcán en el pecho. Aquella selva que me crecía, salvaje, en cualquier sonrisa-acto reflejo al verte. Nos quisimos sin sentido. No había razón en aquello. Pero voy a contarte un secreto: no hay razón en todo eso que merece la pena. Me robabas el tiempo. No me lo devuelvas. Jamás. "